En el kalathos de la danza, descubierto durante la excavación (1933-1953) de las ruinas en la actual ciudad de Llíria, denominada Edeta en el siglo V a.C., encontramos el que puede ser el primer vestigio de la relación permanente de la ciudad con la música.
Edeta fue la capital de la Edetania, desde donde se ejercía el control político y económico de uno de los territorios en que se dividían los íberos. Las guerras púnicas borraron la presencia de los íberos para dar paso a la época de la Edeta romana, la musulmana o la de la reconquista hasta llegar a nuestros tiempos.
Por los 2.500 años que han pasado desde esa pieza de cerámica decorada con gente danzando, acompañados por hombres y mujeres músicos, hasta la actual coyuntura socio-cultural de Llíria podríamos llegar a decir que la relación entre esta ciudad valenciana y la música es eterna.
Llíria ha celebrado recientemente el bicentenario de una de sus dos sociedades musicales. La Banda Primitiva nació hace 200 años bajo la influencia de un convento franciscano. Poco menos de un siglo más tarde, vio la luz la Unión Musical también bajo el auspicio de otro convento ocupado por monjes trinitarios. Hoy, esa ciudad de alrededor de 24.000 habitantes, presume de dos de las bandas de música civiles más laureadas a nivel internacional, con más de 200 músicos cada una.
Resulta difícil hacer un censo oficial pero se llega a calcular que a día de hoy son 1.500 las personas de Llíria que se dedican profesionalmente a la música. La rivalidad entre las dos sociedades dura más de un siglo, pero seguramente eso les ha ayudado a alcanzar una excelencia reconocida. Más allá de ello, la ciudadanía de Llíria presume de ser la Ciudad de la Música, casi todas y todos son músicos aficionados. No hay casa donde no haya existido un tratado de solfeo o un instrumento con el que intentar reproducir o inventar melodías que acompañaran el quehacer diario de cada familia.
Muchos de aquellos que vivieron los efectos de la guerra civil y de su postguerra cuentan cómo tras una dura jornada de trabajo en el campo, en la construcción o en el taller donde se tejían alpargatas de esparto, habían aprendido a leer notas musicales, casi sin saber leer ni escribir, y eran capaces cada noche de acudir a los ensayos de la banda con clarinetes, trompetas, saxos o percusión. Todos los instrumentos eran cedidos por la banda y los devolvían en caso de abandonarla para que otros los pudieran reutilizar.
Eran la mayoría artesanos en sus oficios, capaces de buscar caña con las que fabricar sus propias boquillas para los instrumentos de madera, y todos, absolutamente todos, se convertían, por un momento de su vida en artistas.
Más tarde llegaría la generación del baby boom español, aquellas personas que en Llíria se convirtieron en herederos de lo que era ya un movimiento imparable. Los que más habían aprendido, enseñaban a los que llegaban nuevos y, así, se tejió una cadena con los cinco hilos del pentagrama y los espacios donde colocar blancas, negras o corcheas en sus vidas. Se convirtieron en músicos de prestigio en las mejores formaciones orquestales o bandísticas de España, profesores de conservatorios de música, directores o compositores. Pero quizá lo más trascendente es que han seguido existiendo músicos aficionados que ensayan en el crepúsculo del día, tras su jornada de estudio o de trabajo.
El mes de octubre del 2019 sonó la sinfonía del reconocimiento. Llíria fue declarada por la Unesco, ciudad creativa de la música. La Unesco creó el 2004 la ‘Red de Ciudades Creativas’ para promover la cooperación entre las ciudades que identifican la creatividad como factor estratégico de desarrollo urbano sostenible. Llíria es una de esas ciudades.
No pensaban aquellos habitantes de la Edeta íbera que aquello que les proporcionaba distracción o acompañamiento hace más de dos milenios, hoy se iba a convertir, en aquel mismo lugar, en un motivo de orgullo para todo un pueblo, un valor referencial a través de los compases cuatro por cuatro, o dos por cuatro, y bajo el mismo sol.
Ni el confinamiento provocado por la Covid-19 consiguió que en Llíria dejara de sonar la música heredada de padres a hijos.
El tsunami Canal 9 se ha llevado por delante a todo el aparato de comunicación del Consell. La crisis política, social e institucional que ha provocado la decisión unilateral de cerrar la televisión y la radio autonómicas no se ha podido frenar de ninguna de las maneras. La pregunta es: ¿había y hay alguna manera de poder justificar, si quiera minimizar los efectos negativos para el gobierno, de aquella decisión? Igual, mejor que yo, podrán responder a esa cuestión los que hasta ahora han sido los responsables de envolver en papel de celofán y atar con cintas de colores los mensajes que se lanzan desde el gobierno valenciano. Mientras han sido cajas de bombones, ningún problema. Cuando lo que se envía a los hogares de los ciudadanos es pura quina lo único que va a generar es inquina.
El problema es que la bola de nieve que se lanzó, rodando, descontrolada, ya tenía un tamaño considerable en el momento en que se precipitó cuesta abajo. Pararla ya era imposible.
¿Planteamiento? Como no controlamos el mensaje, vamos a negro y así ya nadie ve los destrozos que vaya a producir.
¿Problema? Que nadie consiguió advertir y advertirse que el mundo de la comunicación hoy ya no se apaga estirando y arrancando el cable que mantiene viva a la televisión.
El efecto 'Social Media' está instalado ya en nuestra sociedad. ¿Más tarde que en otros sitios?, como siempre. ¿Con más lentitud que en otras sociedades en las que nos intentamos reflejar?, cómo no. ¿Es ya inevitable?, por supuesto. A las pruebas me remito.
La noche en que la operación Telefunken sincronizó los relojes de los que la parieron, la conocían e iban a ejecutarla, éstos no sabían que lo que realmente estaban haciendo, paralelamente, era sincronizar los contadores de tweets o los likes de Facebook. Se puede arrancar un cable y apagar una televisión, pero, ¿cuántos cables hay que arrancar para que la nueva manera de comunicarnos e informarnos se apague? ¿Dónde está el generador que hay que desconectar para callar al mundo interconectado y, lo que es peor, con opinión propia y con la posibilidad de expresarla?
La televisión valenciana la mataron porque la consideraban suya, pero no se pararon a pensar lo que ya sabemos desde hace tiempo: la televisión en general como efecto 'mass media', tal y como la conocíamos, ya estaba muerta. El mensaje en una única dirección ya no cala, porque lo que la sociedad ha entendido que necesita es hablar, opinar, que se le escuche y que se le responda. Y eso es propiedad de cada individuo. Eso ya no se apaga.
En PRnoticias, por ejemplo, se hacían eco de las tendencias 2013 en twitter. #RTVVnoestanca ha sido tendencia en la red de los 140 caracteres con mucha diferencia. ¿Eso es bueno? Buenísimo y muy saludable. Para el protagonista de las informaciones, un auténtico descalabro. La retransmisión en directo de la desastrosa operación Telefunken fue la demostración que la sociedad quiere ser escuchada, quiere ser atendida y que ya está cansada de ser manipulada y engañada, venga de quien venga ese discurso unidireccional. Y si el objetivo era que los valencianos nos levantáramos a la mañana siguiente sin televisión, lo que consiguieron es que todo el mundo, a través de internet, transmitiera, opinara, se emocionara, se revolviera…, y arremetiera contra tan chusca maniobra y todo cuanto intentaba ocultar.
Como el fallido anuncio de este año de la lotería de Navidad, se abrió la veda y las escopetas de la opinión ciudadana, tantas casi como usuarios de las redes sociales hay, empezaron a disparar en una misma dirección. Las parodias sobre la parodia se multiplicaron y viralizaron hasta llegar a molestar y sonrojar a los mismos que habían dado el visto bueno, desde Madrid, a la campaña decidida por Fabra. Lo que se ha dicho sobre Raphael o Monserrat Caballé, una broma comparado con todo lo que les ha caído a Císcar o al 'president'. Si querían posicionar sus marcas, habían conseguido el efecto contrario. Aquello de que hablen de mí, aunque sea mal, no le ha servido ni a Loterías del Estado ni a los líderes políticos actuales de la Comunidad Valenciana.
¿Cómo parar la avalancha? Buscar responsables fuera del propio entorno (sindicatos, trabajadores, oposición…), primero y, posteriormente, dado lo fallido de los mensajes y de la campaña de comunicación anti-crisis, dentro del entorno. El mismo viernes cesaron de sus cargos los máximos responsables de comunicación del Consell.
La bola de nieve sigue rodando y creciendo, arrasando con todo lo que había funcionado hasta ahora, pero, sin RTVV que había envuelto en celofán y cintas de colores los mensajes institucionales.
- "¡A qué mala hora nos cargamos Canal 9!", deben estar pensando.
- "Ahora sólo se transmiten y conocen las opiniones de los que nos ponen a caldo", se repetirán una y otra vez.
Internet destila link a link, like a like, ríos de regeneración democrática, brama para opinar con libertad y para ser escuchada, para reivindicar la verdad y otra manera de hacer las cosas. La nueva manera de comunicarse y de opinar ha dejado ya claro que como no se hacen las cosas es como se han hecho.
¿Qué intentan los políticos sino potenciar su marca personal? En nuestra vida actual, ¿qué son los partidos políticos sino marcas que intentan convencernos que han de ser nuestra primera y única opción? Gaby Castellanos es una de las más influyentes social media en el mundo. Habló en una de sus conferencias sobre los siete pecados capitales de los que deben huir todos los que trabajan intentando hacer que las marcas conecten con el público y lideren el mercado. Oyéndola, no he podido más que interconectar esa idea pensada para los social media y darle al link de compartir para trasladarlo a la manera de transmitir en política. Hecho ese click, creo que hay que reconocer que en toda esta crisis alguien ha cometido más de un pecado capital y no sólo por gula, que comérselo se lo han comido todo y desde hace tiempo, desde luego. Así nos vemos todos los ciudadanos, echando mano de la gula (el sucedáneo) para poner en nuestra mesa de Navidad algo parecido al marisco. "Es un pecado pensar que cualquier conversación vale para crear engagement con el consumidor", dice Gaby Castellanos. Pues lo mismo aquí. Cambia discurso o mensaje político y substituye consumidor por ciudadano y te dará el mismo resultado de pecar por pereza. Creen que no es necesario tomarse tiempo para escuchar al ciudadano. Creen que no hay que conectar con la gente.
Cuando se planteó el problema, la crisis en mayúsculas, con la sentencia del TSJ, declarando ilegal el ERE, tomaron la primera respuesta, lo que nunca se recomienda hacer en comunicación y menos en medios sociales. La respuesta inmediata, la primera y cargada de ira, fue cerrar. No era la correcta y se negaron a escuchar a nadie.
Y el pecado más gordo, por el que ya están pagando y por el que han decidido, igual con razón, cargarse a los responsables de la imagen y comunicación del Consell: la soberbia. No aceptar los errores se paga en Social Media y también en política. No basta con responsabilizar y ajusticiar a algunos o a todos los encargados de minimizar los efectos de las cosas mal hechas. Porque, ¿quién es el político que se deja aconsejar de verdad antes de que meta la pata? También es cierto que tampoco conozco a muchos de esos asesores que diga lo que piensa como correcto, aún a riesgo de costarle el cargo. La 'cabotà' es la fórmula más cómoda a corto plazo. A largo y en medio de una crisis auténtica, no sirve para mantener la cabeza sobre los hombros.
Y aviso para nuevos navegantes: En publicidad y/o en medios sociales se pretende que la gente te quiera mucho hoy y siempre, que compren tu producto mañana pero el resto de sus vidas. Como en política, vaya. Pero si es así que lo es, hay una máxima que en cualquiera de esos ámbitos ha de ser elevada al grado de sagrada: "La transparencia es la mejor herramienta de fidelización". Todo lo demás te puede servir hoy, pero puede que no te sirva mañana. Y quien dice mañana dice en las próximas elecciones.
"Claro, si el juez no hubiera obligado a readmitir a los mil trabajadores, no hubieran cerrado Canal 9". No era la primera vez que oía ese argumento en la calle. Terminé de ojear el periódico, bebí el último sorbo del cortado, me levanté y pagué. "¿Me permite que le explique una cosa?", le dije a la propietaria del bar que estaba detrás de la barra. "Escuché lo que dijo antes y yo soy uno de esos mil trabajadores que habían sido despedidos y lo que nosotros reclamábamos no era que cerraran la televisión, se lo aseguro, lo que pedíamos era que el proceso de regulación de empleo se basara en criterios de objetividad, capacitación e igualdad para todos los trabajadores".
Ella estaba atenta y todavía más cuando le pregunté: "¿Cree, de verdad, que había algún trabajador de los que nos echaron o de los que se quedaron que quería que la televisión se cerrara?""No", dijo sin pensar, y añadió: "No creo que haya ahora mismo, con la que está cayendo, ningún trabajador que quiera que cierren la empresa para la que trabajan o tienen opción de trabajar, pero como es lo que han dicho…"
Lo han dicho, sí, lo repiten una y otra vez, machaconamente, hasta la saciedad, pero, ¿quién y por qué? Sencillamente aquellos que intentan esconder que la jugada les salió mal y que, por fin, parece que ya queda menor margen para el "todo vale", al "aquí mando yo" y al "este es mi cortijo y hago lo que me da la gana".
¿Había causas económicas para la reestructuración de RTVV? Sí, mil doscientos millones de veces.
¿Estaba sobredimensionada la plantilla de la televisión pública valenciana? Desde hace muchos años.
¿Cumplía los objetivos de su creación? No.
¿Había que redireccionar su rumbo? Por supuesto.
¿Había que cerrarla? Jamás.
No hay que darle demasiadas vueltas a lo sucedido. La situación económica nos obliga a todos a realizar un esfuerzo, sacrificios individuales y colectivos para conseguir la sostenibilidad del sistema. Pero de ahí, a aprovechar la situación para realizar una limpieza selectiva y dejarlo todo preparado para que los de siempre sigan haciendo negocio a costa de lo público que ellos mismos han asolado, hay una gran diferencia. Y, desde luego, lo que ya es un auténtico atropello es cargarse de manera unilateral, peor aún, como capricho de promoción política personal, aunque fuera enmascarada por la disciplina de voto de partido, una herramienta fundamental de nuestro autogobierno.
Algún día lo sabremos, pero las preguntas que se hicieron ante la situación debieron ser, más o menos, éstas:
¿Qué plan estratégico seguimos? El mismo de siempre. Vamos a seguir dividiendo a los trabajadores para que continúen entretenidos en esas guerras suyas que no les permite ver más allá de sus propias narices o, más al sur, a su propio culo.
¿Cómo lo hacemos? Arrasamos con todo menos con los periodistas, esa parte es la única que si nos la cargamos va a cantar mucho ¿Cómo hacemos que el contenido, manejado por una empresa externa, sea el que queremos sin que nos acusen, ya sin parapetos, de manipular? Pues nada, lo dejamos como está que es menos evidente e igual de efectivo. Lo único que tenemos que eliminar es a esa cuadrilla de protestones que entraron al principio y que eran amiguitos de Lerma. Los demás no causan problemas. Podemos privatizar todo lo que tiene que ver con programas y los departamentos técnicos (cámaras, operadores de equipo, iluminación, sonido…). Pues vamos, sin miramiento.
¿Qué nos cuesta la fiesta? Pues ni idea, pero bajo el paraguas de que lo privado siempre es más barato y efectivo que lo público, seguro que cuela. No hay que explicar más. Limpiamos, cocemos y nos seguimos comiendo el pastel.
¿Quién lo ejecuta? Dejemos que lo hagan los mismos campeones que ya están allí y como ya sabemos que luces, lo que se dice luces, menos que una patera, pero que cumplen a rajatabla todo lo que les encomendamos, no harán demasiadas preguntas ni plantearán ninguna pregunta que nos resulte incómoda. Si les pedimos que se tiren al pozo, se tiran fijo. Luego, cuando ya esté todo limpio de malas hierbas llevamos allí a un equipo directivo nuevo con la varita mágica del contrato-programa y aquí, paz, y allá, gloria.
Y así se hizo, pero tan rematadamente burdos y malos fueron los mecanismos utilizados para ejecutar la primera parte del plan, el ERE, que el TSJ de la Comunidad Valenciana no pudo por menos que decirles que ningún paso de los que habían dado para alcanzar su fin se ajustaba a la legalidad. Eso era con lo que no contaban, ese fue el punto donde el plan estratégico fracasó. Y donde todo el castillo de arena se vino abajo.
A partir de aquí, ¿qué opciones tenemos?
1) Volvemos a la casilla de salida. Nos han estirado las orejas y nos han dicho que en una empresa pública debemos hacer las cosas bien y eso es plantear un ERE bien hecho. La respuesta a esta opción es no porque acabaremos comiéndonos a los que no nos queremos comer. Se quedarán justo los que queremos que no estén. Mejor pasamos a la otra opción.
2) Nos la cargamos que nadie dirá nada cuando argumentemos que, como no tiene audiencia, mejor invertir en educación y sanidad que eso vende mucho.
Nos quedamos con la segunda opción no vaya a ser que en dos años se den cuenta que ni colegios, ni sanidad pública, ni políticas sociales, perdamos el poder y, encima, les dejemos la tele a los que vengan.
A partir de ahí comienza la campaña. Insisten una y otra vez: Repetid conmigo, "no nos hemos equivocado. No nos equivocamos nunca. La sentencia del TSJ no nos deja otra opción. Los sindicatos han estirado mucho de la cuerda. Los trabajadores no han querido que se hiciera un ERE como han hecho el resto de empresas del sector y no podemos hacer otra cosa más que cerrar RTVV". Y repetidlo muchas veces, tantas como veces os pregunten por ello. Como siempre, una mentira repetida acabará convirtiéndose en realidad.
Esta vez no. Por mucho que se empeñen, quien o quienes tomaron esa precipitada decisión porque les habían desbaratado su plan, algún día tendrán que, si no responder, sí responderse por qué creyeron que el todo vale era para siempre. Mientras tanto seguirán con su ejercicio de repetir, cual letanía, los falsos argumentos que prorroguen su propia autodestrucción.
Sólo una más antes de que llegue la siguiente. No lo repitáis conmigo porque es, sencillamente, la verdad: No es que intentaron evitar enfrentamientos con los trabajadores y cargas policiales el día que decidieron ejecutar RTVV. Lo hicieron tan mal, eso también, que mataron a la radio antes de lo previsto e hicieron saltar todas las alarmas. No les dio tiempo a entrar a hurtadillas en la tele para asesinarla en silencio. Les pillaron con las manos en la masa y todo el mundo vio lo que vio.
"Papi, ¿por qué Nelson Mandela llevaba el número 4-6-6-6-4?", me preguntó ayer mi hijo. "Porque a los presos les adjudican un número cuando están en prisión", le dije. Abrió, más si cabe, sus inquietos ojos de niño de 9 años y con un enorme gesto de sorpresa repreguntó: "¿Estuvo en la cárcel? Pero, ¿Mandela no era bueno?" Me recorrió un escalofrío por toda la espalda mientras le decía: "Estuvo casi 28 años en la cárcel por defender la igualdad entre blancos y negros en su país. Muchas veces los hombres somos injustos y cometemos injusticias y hombres buenos, muy buenos, las sufren por defender a los que no se pueden defender". "¡Ah!", exclamó mientras apartaba su mirada de mí y siguió pegando sus cromos en el álbum.
Ayer, como un niño de 9 años, seguimos todos nuestras vidas, perdidos en nuestras rutinas, preocupados por mil…, ¿problemas?
Ayer de fondo, no tan lejos por un día, el primer día en que ya no estaba vivo, sonaba una y otra vez el nombre de Nelson Mandela, el hombre que luchó contra la dominación de los blancos, pero que dijo que "también he luchado contra la dominación de los negros". Soñó con la idea de "alcanzar una sociedad democrática y libre en la que todas las personas vivan juntas en armonía y con las mismas oportunidades. Este es el ideal por el que quiero vivir y espero alcanzar. Pero si fuese necesario, sería un ideal por el que estaría dispuesto a morir".
En todas las épocas no nace un Nelson Mandela pero para siempre nos quedará lo que sí me gustaría que quedara en mi hijo y en todos los hijos: la filosofía de vida de Madiba.
No soy un
santo. Al menos que para ti un santo sea un pecador que simplemente sigue
esforzándose.
Porque ser
libre no es solamente desatarse las propias cadenas, sino vivir de una forma
que respete y mejore la libertad de los demás.
Todo parece
imposible hasta que se hace.
La mayor
gloria no es nunca caer, sino levantarse siempre.
Después de
escalar una montaña muy alta, descubrimos que hay muchas otras montañas por
escalar.
Nadie nace
odiando a otra persona por el color de su piel, o su origen, o su religión. La
gente tiene que aprender a odiar, y si ellos pueden aprender a odiar, también
se les puede enseñar a amar, el amor llega al corazón humano de forma más
natural que el odio.
Si quieres
hacer las paces con tu enemigo, tienes que trabajar con tu enemigo. Entonces se
convierte en tu socio.
No puede haber
una revelación más intensa del alma de una sociedad que la forma en que se
trata a sus niños.
Como la
esclavitud y el apartheid, la pobreza no es natural. Es obra del hombre y puede
ser superada y erradicada por las acciones de los seres humanos.
La educación
es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo.
Y sólo hay algo mejor que una buena imagen y es aquella que ilustra unas bellas y sabias palabras. En la película "Invictus", su director Clint Eastwood, pone imágenes al poema de William Ernest Henley. Las que leyó Nelson Mandela en su diminuta celda durante su injusto cautiverio de casi 28 años. Muy pocos somos capaces de ser el amo de nuestro destino, el capitán de nuestras almas. Nadie como Mandela las asumió como propias, pocos son capaces de perdonar al ser víctimas de tan brutal y despiadada injusticia.
Sé lo que hicisteis la última semana y no me ha gustado nada el panorama que, entre todos, habéis dibujado.
Carlos Fabra, ex-presidente de la Diputación de Castellón, cuando conoció que había sido condenado a cuatro años de cárcel por otros tantos delitos de fraude fiscal, dijo que no le tiene miedo a la cárcel porque ya se afeita desde hace tiempo…, ¡enhorabuena! ¿Quién lo diría, no? Pero también reescribiendo aquel lema de "Hacienda somos todos" para dejarlo en su particular "a Hacienda defraudamos todos". No hombre, no. En eso se parece a algunos, pero es diferente a la inmensa mayoría. De lo que sí puede presumir de ser exclusivo es en decirles a sus nietos el día de la inauguración: "Mirad, el aeropuerto del abuelo". Le faltó añadir: "Sin aviones y sin poner ni uno de mi bolsillo que ya lo pondrán estos bobos".
Casi al unísono, Rodríguez Zapatero se suma al bombardeo pre-navideño de libros de memorias de los ex-presidentes del Gobierno. Aprovecha la coyuntura para entonar el mea culpa de no haber llamado crisis a la crisis que no nos ha dejado ni pasta para comprarnos su libro, ese que tiene como uno de sus ganchos el texto completo de una carta que le envió el Banco Central Europeo, sugiriendo duras reformas en el ámbito fiscal y laboral. Está bien que se lo guarde como presidente de todos los españoles y que ahora lo incluya en el citado libro que no regala, vende.
Las vergüenzas de un histórico sindicato como UGT quedan de manifiesto cuando se conoce, además de lo negado hasta la saciedad, que han gastado dinero público para autorregalarse bolsos, para más chufla, copiados a una firma española y fabricados en Asia. Esa broma sólo ya costó más de 80.000 euros.
Pim, pam, pum. Por todos los frentes. De todos los colores. No es un panorama halagüeño, no. Y sólo en una semana. Menos mal que la cerramos con la imagen del agradecimiento.
La ciudadanía se ha lanzado a la calle, porque no puede más que sentir agradecimiento a la aparición, ya era hora, de un político que ha conseguido aportarnos otra manera de hacer. Es única, no por algo en concreto, sino por todo en general. Accedió a la presidencia de la Generalitat sin ser votado por los valencianos para ostentar tan honorable cargo. Como no venía aprendido de casa, se ha formado para el cargo, con el dinero de todos, mientras ya lo ocupaba. Pero lo más importante, ha sido capaz de desmontar en sólo unos días lo que otros han intentado desmontar durante casi veinte años sin conseguirlo y, además, en su periodo de formación, sin haber esperado a que sus docentes le hayan dado las calificaciones con la anotación: 'progresa adecuadamente'. O, a lo mejor, ha querido hacer un trabajito extra por su cuenta y riesgo para ver si mejoraba nota al final del curso. Eso es voluntad y entrega.
Mira que llevamos años oyendo que si el impacto económico por aquí, que si el impacto económico por allá, que si los grandes eventos esto, que si los grandes fastos lo otro… Todo por situar a la Comunitat Valenciana a la cabeza de Europa.
Sois todos unos aprendices, ha tenido que llegar Alberto Fabra para conseguido en sólo unos días y sin despeinarse. Ahora mismo la clasificación europea está encabezada por la Comunitat Valenciana que él preside, empatada a puntos con Grecia. Somos los dos únicos que hemos sido capaces de cerrar una televisión pública. Hay que estar agradecidos por habernos situado, por fin, en el mapa. Pero sobre todo hay que estarle muy agradecidos por cómo ha sido el proceso y cómo lo ha hecho.
Ha desoído todas las voces que desde dentro de su mismo partido le decían que era un error.
Ha conseguido unir a una plantilla, la de RTVV, que estaba rota desde hace mucho tiempo.
Ha dado el mismo trato a grandes profesionales, profesionales, pseudoprofesionales, malos profesionales y estómagos agradecidos.
Ha conseguido que durante unos días ese engendro llamado Nou, inventado para ocultar las miserias del pasado, haya sido, por fin, el Canal 9 que todos nos merecemos.
Ha permitido que conozcamos, por fin, a verdaderos políticos de la oposición que son una luz de esperanza al final del túnel. Porque sin la manera de actuar de Alberto Fabra seguiríamos sin saber quién es Josep Moreno (PSPV) o Ignaci Blanco (EUPV). Los hemos conocido y sabemos que hay una posibilidad real de poder contar con personas que han decidido, sencillamente, volver a humanizar la clase política. Nada más humano que llorar como lo hizo Mireia Mollà (Compromís) cuando uno siente impotencia ante una injusticia social.
Ha tenido a bien que el mundo entero pudiera ver cómo se ejecuta a un medio de comunicación público. No era practicar una eutanasia porque, aunque el enfermo estaba muy enfermo, tenía todavía muchas vías para hacer que siguiera con vida. Por tanto, ha permitido que se pudiera retransmitir en directo un asesinato y con los agravantes de nocturnidad y alevosía. Y, peor aún, por las bravas y a la fuerza.
¿Cómo no vamos a estarle agradecidos por esa forma de actuar tan única? Nos ha permitido, en tan sólo unos días, lo que nos ha costado tanto tiempo volver a entender y es el convencimiento de que una sociedad que calla, muere. Por introducirnos en la Fabradimensión no podemos más que estarle eternamente agradecidos.
Justo este año se han cumplido 30 años que me invitaron a poder contar historias. Acepté la invitación y se convirtió en mi profesión. Empecé en la radio. Conocí cómo, tras aporrear una vetusta máquina de escribir, los linotipistas trabajaban aquel texto para ir convirtiéndolo en historia impresa de un periódico. Más tarde volé a la televisión. Parece que el viaje no termina nunca y hoy me lanzo, cerrando casi los ojos, a este ciberespacio que dicen se denomina 2.0.
Quiero seguir contando historias porque es lo único que sé hacer. Pero me he propuesto, además, ayudar a aquellos que crean que les puedo ser útil para contar su historia.