El problema es que la bola de nieve que se lanzó, rodando, descontrolada, ya tenía un tamaño considerable en el momento en que se precipitó cuesta abajo. Pararla ya era imposible.
¿Planteamiento? Como no controlamos el mensaje, vamos a negro y así ya nadie ve los destrozos que vaya a producir.
¿Problema? Que nadie consiguió advertir y advertirse que el mundo de la comunicación hoy ya no se apaga estirando y arrancando el cable que mantiene viva a la televisión.
El efecto 'Social Media' está instalado ya en nuestra sociedad. ¿Más tarde que en otros sitios?, como siempre. ¿Con más lentitud que en otras sociedades en las que nos intentamos reflejar?, cómo no. ¿Es ya inevitable?, por supuesto. A las pruebas me remito.
La noche en que la operación Telefunken sincronizó los relojes de los que la parieron, la conocían e iban a ejecutarla, éstos no sabían que lo que realmente estaban haciendo, paralelamente, era sincronizar los contadores de tweets o los likes de Facebook. Se puede arrancar un cable y apagar una televisión, pero, ¿cuántos cables hay que arrancar para que la nueva manera de comunicarnos e informarnos se apague? ¿Dónde está el generador que hay que desconectar para callar al mundo interconectado y, lo que es peor, con opinión propia y con la posibilidad de expresarla?
La televisión valenciana la mataron porque la consideraban suya, pero no se pararon a pensar lo que ya sabemos desde hace tiempo: la televisión en general como efecto 'mass media', tal y como la conocíamos, ya estaba muerta. El mensaje en una única dirección ya no cala, porque lo que la sociedad ha entendido que necesita es hablar, opinar, que se le escuche y que se le responda. Y eso es propiedad de cada individuo. Eso ya no se apaga.
En PRnoticias, por ejemplo, se hacían eco de las tendencias 2013 en twitter. #RTVVnoestanca ha sido tendencia en la red de los 140 caracteres con mucha diferencia. ¿Eso es bueno? Buenísimo y muy saludable. Para el protagonista de las informaciones, un auténtico descalabro. La retransmisión en directo de la desastrosa operación Telefunken fue la demostración que la sociedad quiere ser escuchada, quiere ser atendida y que ya está cansada de ser manipulada y engañada, venga de quien venga ese discurso unidireccional. Y si el objetivo era que los valencianos nos levantáramos a la mañana siguiente sin televisión, lo que consiguieron es que todo el mundo, a través de internet, transmitiera, opinara, se emocionara, se revolviera…, y arremetiera contra tan chusca maniobra y todo cuanto intentaba ocultar.
Como el fallido anuncio de este año de la lotería de Navidad, se abrió la veda y las escopetas de la opinión ciudadana, tantas casi como usuarios de las redes sociales hay, empezaron a disparar en una misma dirección. Las parodias sobre la parodia se multiplicaron y viralizaron hasta llegar a molestar y sonrojar a los mismos que habían dado el visto bueno, desde Madrid, a la campaña decidida por Fabra. Lo que se ha dicho sobre Raphael o Monserrat Caballé, una broma comparado con todo lo que les ha caído a Císcar o al 'president'. Si querían posicionar sus marcas, habían conseguido el efecto contrario. Aquello de que hablen de mí, aunque sea mal, no le ha servido ni a Loterías del Estado ni a los líderes políticos actuales de la Comunidad Valenciana.
¿Cómo parar la avalancha? Buscar responsables fuera del propio entorno (sindicatos, trabajadores, oposición…), primero y, posteriormente, dado lo fallido de los mensajes y de la campaña de comunicación anti-crisis, dentro del entorno. El mismo viernes cesaron de sus cargos los máximos responsables de comunicación del Consell.
La bola de nieve sigue rodando y creciendo, arrasando con todo lo que había funcionado hasta ahora, pero, sin RTVV que había envuelto en celofán y cintas de colores los mensajes institucionales.
- "¡A qué mala hora nos cargamos Canal 9!", deben estar pensando.
- "Ahora sólo se transmiten y conocen las opiniones de los que nos ponen a caldo", se repetirán una y otra vez.
Internet destila link a link, like a like, ríos de regeneración democrática, brama para opinar con libertad y para ser escuchada, para reivindicar la verdad y otra manera de hacer las cosas. La nueva manera de comunicarse y de opinar ha dejado ya claro que como no se hacen las cosas es como se han hecho.
¿Qué intentan los políticos sino potenciar su marca personal? En nuestra vida actual, ¿qué son los partidos políticos sino marcas que intentan convencernos que han de ser nuestra primera y única opción? Gaby Castellanos es una de las más influyentes social media en el mundo. Habló en una de sus conferencias sobre los siete pecados capitales de los que deben huir todos los que trabajan intentando hacer que las marcas conecten con el público y lideren el mercado. Oyéndola, no he podido más que interconectar esa idea pensada para los social media y darle al link de compartir para trasladarlo a la manera de transmitir en política. Hecho ese click, creo que hay que reconocer que en toda esta crisis alguien ha cometido más de un pecado capital y no sólo por gula, que comérselo se lo han comido todo y desde hace tiempo, desde luego. Así nos vemos todos los ciudadanos, echando mano de la gula (el sucedáneo) para poner en nuestra mesa de Navidad algo parecido al marisco.
"Es un pecado pensar que cualquier conversación vale para crear engagement con el consumidor", dice Gaby Castellanos. Pues lo mismo aquí. Cambia discurso o mensaje político y substituye consumidor por ciudadano y te dará el mismo resultado de pecar por pereza. Creen que no es necesario tomarse tiempo para escuchar al ciudadano. Creen que no hay que conectar con la gente.
Cuando se planteó el problema, la crisis en mayúsculas, con la sentencia del TSJ, declarando ilegal el ERE, tomaron la primera respuesta, lo que nunca se recomienda hacer en comunicación y menos en medios sociales. La respuesta inmediata, la primera y cargada de ira, fue cerrar. No era la correcta y se negaron a escuchar a nadie.
Y el pecado más gordo, por el que ya están pagando y por el que han decidido, igual con razón, cargarse a los responsables de la imagen y comunicación del Consell: la soberbia. No aceptar los errores se paga en Social Media y también en política. No basta con responsabilizar y ajusticiar a algunos o a todos los encargados de minimizar los efectos de las cosas mal hechas. Porque, ¿quién es el político que se deja aconsejar de verdad antes de que meta la pata? También es cierto que tampoco conozco a muchos de esos asesores que diga lo que piensa como correcto, aún a riesgo de costarle el cargo. La 'cabotà' es la fórmula más cómoda a corto plazo. A largo y en medio de una crisis auténtica, no sirve para mantener la cabeza sobre los hombros.
Y aviso para nuevos navegantes: En publicidad y/o en medios sociales se pretende que la gente te quiera mucho hoy y siempre, que compren tu producto mañana pero el resto de sus vidas. Como en política, vaya. Pero si es así que lo es, hay una máxima que en cualquiera de esos ámbitos ha de ser elevada al grado de sagrada: "La transparencia es la mejor herramienta de fidelización". Todo lo demás te puede servir hoy, pero puede que no te sirva mañana. Y quien dice mañana dice en las próximas elecciones.